Cada vez que viajo una nueva forma de ver las cosas me invade…

 

Siento que quizás sino pensara tanto todo sería distinto, pero quien la tiene atada eh? Seguro vos pensar que porque doy clases de yoga no me como la cabeza con cosas, ojalá fuera cierto!

 

Desde mi primer viaje a India sin saber inglés al día de hoy con ya varios en la mochila, puedo decir que sigo sin poner la manos en el fuego por mi mente, nadie en su sano juicio debería hacer eso!

 

En mis últimos dos viajes se movieron varios estantes en mi vida, a otros estantes directamente los eché a volar cual pañuelo al viento en los Himalayas…

 

Llegué a Delhi mediados de junio junto a Jade, mi amiga fotógrafa quien tiene mucho que ver con el título de este capítulo, ya que fue idea de ella llamar a lo que parecía una maldición, una bendición disfrazada. Esperamos a las chicas del India Yogi Tour, que llegaron dos días después, mientras visitábamos Delhi y nos deleitábamos con su comida exótica. Descubrí increíbles restaurantes órganicos que no había conocido antes, y miren que ya tengo ocho viajes encima, pero todo esta en movimiento, India también. Cuando llegamos a juntarnos con el grupo comenzó un viaje increíble!

 

Empezamos en la adorada Delhi, la vieja, la nueva y la odiada Delhi…uff! Si, a veces te puede abrumar pero podes salir ileso si viajas confiando y no te perdes en su quilombo, de verdad. Hay partes que son muy intensas, ya que la vieja Delhi esta preparada para menos del cuarto de la población que alberga. Esto hace que te sientas en el medio del caos, pero te repito si vas bien acompañado y con la mente abierta puede que descubras muchos pequeños mundos…esto hace que tu mente se desconcierte y esto para mí es lo que magnifica el momento, porque obligas a que tu cerebro procese nuevos conceptos de vida, una nueva fotografía de colores, una nueva manera de ver las cosas! Esta es una de las tantas razones por la cual amo viajar!

 

Continuamos nuestro trip por el Desierto de Jaisalmer; sus hermosos atardeceres, los rostros tan particulares de las personas que viven aquí y sus ojos tan profundos… difícil del olvidar. Luego Jodhpur, la ciudad azul; Jaipur, la ciudad rosa, Udaipur con su magia y su excelente comida… Sí! amo la comida de la India, soy fan 100% de sus platos, he llegado a parar la combi donde viajamos por tierra para bajar en lugares donde olía delicioso, también he llegado a pedirle al chofer salir especialmente unos minutitos antes, solo para llevarnos algún dulce Indio de camino…les juro que disfrutando de la comida se procesa mejor este viaje!

 

Luego llegábamos al Taj Mahal, una de las siete maravillas del mundo y símbolo de una de las historias de amor más hermosas. Tuvimos la suerte de que Jade se hizo amiga del oficial de seguridad, entonces nos dejaron quedarnos a tomar fotos increíbles con la mejor vista! Nos vestimos de Saris, la ropa tradicional de este país. En todos los viajes que hice hasta ahora nunca me había vestido en forma tradicional hindú y la verdad es que me encantó. Es toda una maniobra divina caminar vestida, impecablemente y a la vez ser elegante con tanto peso de tela en el cuerpo, pero se puede y admiro a las Indias por esto también, les juro. Me parecen las mujeres más bellas, elegantes, con facciones hermosisimamente exóticas, fuertes y sabias. Tengo varias amigas mujeres en este país, muchas de ellas son divorciadas (cosa que en este país es aún mal visto) otras casadas por amor, algunas tradicionalmente…de todas ellas aprendo distintas formas de ver el mundo, respetando las elecciones de vida y sus diferentes visión del amor. Imaginen que para salirse de la tradición deben ir en contra de toda su familia, a veces esto es muy duro y admiro profundamente el coraje que pueden tener al hacerse cargo de tantos cambios, por suerte luego de años se va haciendo cada vez más normal y todo es más liviano de entender. Les comparto esto porque para nosotros de este lado del planeta y con nuestra mentalidad, es otra cosa, no nos ponemos a pensar en toda una forma de vida tan tradicional, porque tenemos libertad en miles de aspectos que esta cultura no, pero aún así tienen otros conceptos de ser libre y es lo que más amo aprender de ellos, trascender la distancia y seguir queriéndonos a través de los años.

 

Finalmente el viaje continua hasta que llegamos a Khajuraho, un pueblo pequeño donde se encuentran los templos del kamasutra, luego nos esperaba la ciudad del Dios Shiva, Varanasi.

 

Con Jade habíamos estado trabajando en la filmación de un video de yoga en este pueblo y estábamos exhaustas. Decidí darme un masaje para relajarme y ya ir finalizando el viaje que parece simple, pero son muchas ciudades y de cada una te vas llevando información, no solo visual, sino emocional y eso implica todo un proceso. Uno va calando diferentes impresiones de las personas que conoce y de la energía que acontece en cada ciudad y como les dije antes, India sorprende y te deja siempre una enseñanza, muchas de las mismas, uno puede capitalizarlas emocionalmente luego de un tiempito bajado a tierra ya en su país, pero a veces no te da tiempo y te pone una, dos, tres circunstancias intensas y todas juntas…

 

El viaje fue increíble, un grupo maravilloso y tan genuino que me encantó haber compartido tanto. Es hermoso poder conocerse viajando y transitando cosas tan fuertes, porque te va dejando un sabor distinto y amoroso.

 

Las chicas descansaban y se relajaban, yo decidí hacer lo mismo. Faltaba poquito para terminar y yo sabia que al otro día bien tempranito partíamos a Varanasi, una de las ciudades más antiguas e intensas de India. Cuando termino de relajarme, salgo del masaje y veo más de cincuenta mensajes en mi celular. Eran de nuestra guía y me decía que se habían suspendido todos los vuelos a Varanasi. Mi cara de asombro fue instantánea, me dije a mi misma: «esto se tiene que resolver de alguna manera…»

 

No voy a negar el estrés, porque claramente fue así, pero pudimos resolverlo yendo por tierra, lo único es que eran 12 horitas… si en india 500 km pueden ser así de largos, pueden creerlo?

 

No había hecho nunca este trayecto por tierra, fue mi primera vez junto a las chicas y nos sorprendimos de todo lo que vimos en el trayecto. Una India despojada de edificios, plantaciones de arroz en pueblos muy chiquitos, la unión de dos ríos sagrados que nunca había visto juntos: el Yamuna y el Ganges, vimos antílopes, cabras, zorros, pavos reales, chanchos, búfalos, hombres y mujeres trabajando la tierra con sus manos, personas que no sabían inglés…no vimos ni un turista. Fue una locura de belleza, todavía tengo en mi retina esos colores profundos y la alegría de sus rostros.

 

En el medio del trayecto, ya llegando a Benares, nombre antiguo de Varanasi, pido tomarnos un chai porque estábamos agotadas. Ya habíamos almorzado delicioso, pero el chai te da un toque de energía extra que en ese momento lo necesitábamos.

 

En todo este recorrido pensaba en lo difícil que es no estresarse en este lugar, pero a la vez en lo fácil que es soltarlo todo…De repente se hizo un viaje maravilloso que de otra manera hubiese sido imposible, porque en avión y en 45 minutos vivis otra cosa que en 12 horas de pura India en carretera. Fue mágico, si tuviese que volver a vivirlo, lo haría de nuevo de esta manera. Fue casi un cierre de viaje, ya que de camino se me fueron apareciendo muchas imágenes de todas las ciudades y vivencias, a las viajeras también. Algunas escuchando música, otra leyendo un libro, descansando de a ratos y mirando atentamente con los ojitos llenos de brillo cada lugar, cada persona que nos cruzábamos y cada instante viviendo el presente.

 

Una vez que llegamos a Varanasi es un capítulo aparte que les contaré próximamente, pero quiero cerrar este contándoles algo que trasciende un poco todo lo dicho antes, o no, pero a mi me caló fuerte. En el aeropuerto ya de vuelta a Delhi desde Benares, conocí en el café a Maya, una chica de piel hermosa y ojos negros profundos. La ví y pensé que era India, pero no, era de Bélgica. Le pregunté si estaba sola, me dijo que si. Me preguntó si yo era India, le dije que era de Argentina y ahí mismo la invité a esperar con nosotras el vuelo. Supe al instante que para Maya era su primer viaje, lo ví en sus ojos, lo sentí. Estaba súper emocional como en shock y no sabía como expresar lo que le pasaba. Le pregunté si le había gustado Varanasi, me abrió sus ojos gigantes y me asintió con la cabeza que si. Fue cuando le presenté a todas las chicas del grupo y ella quiso empezar a hablar y contarnos su experiencia. Maya es bioquímica y no creía en ninguna forma de Dios, al menos hasta ahora…

 

Nos describió a Benares de una manera tan profunda que yo la escuchaba sabiendo que se iba a largar a llorar en cualquier momento de la emoción. En esta ciudad todo esta más junto de lo normal, ves a los sadhus que viven frente al Ganges, los sacerdotes realizando las ceremonias, la gente rezando, moviéndose de un lado a otro, las cremaciones de los cuerpos, los olores mezclados, el incienso, las flores, los barcos que parten a ver el amanecer, las ofrendas esperanzadas, las promesas que hacen las personas a mother GANGA y al Dios SHIVA, el Dios que destruye para crear algo nuevo. El Dios que te empodera, como esta ciudad y toda su fortaleza ancestral.

 

«De repente vi como los niños jugaban en este río tan sucio, tan cargado de cosas y lo hacían con una sonrisa de oreja a oreja, con sus ojos llenos de vida, de emoción, jugando como si no existiese un mañana o no les preocupara tanto. Yo te digo la verdad, si tengo que realizar un estudio del agua en esta ciudad, no habría que dejar que nadie se bañe aquí, pero lo que más me llama la atención es la devoción total y maravillosa de los niños, de la gente, porque aunque no tengan mucho te sonríen y te enseñan desde un lugar que no sé si puedo explicarte, me entendes Selva? Es algo que va más allá de cualquier idea racional…no puedo creer que me este pasando esto, yo no me emociono por estas cosas, pero es que no puedo decir que creo en Dios, sino que pude ver a Dios en estas personas…» Fue ahí mismo que se largó a llorar, yo también…y todas las chicas que me acompañaban, es que nos sentimos identificadas, es imposible que no, porque esto es lo que sucede en esta ciudad tan fuerte y una de las más antiguas de este país, en ella conviven miles y miles de años de ceremonias, muchos Indios eligen morir aquí para no reencarnar y no volver a sufrir. Muchos creen que morir en esta ciudad los libera de todos los apegos, limpiando todo su karma.

 

Le pasé mi número de teléfono a Maya por si necesitaba ayuda con algo o necesitaba hablar, subimos todas al avión con una sensación en el pecho de emoción tremenda y a la vez hermosa. María Laura, Ioanna, María Elena, Jade y Anchal…todas nos quedamos en silencio y nos permitimos ese momento para sentir, porque India es eso, te abre a que sientas.

 

Todo lo que a veces pensas que es un mal momento, o algo que no queres que este pasando puede llevarte a una visión más profunda de la existencia misma, puede ser desde tomar una carretera sin asfalto por doce horas y experimentar otra visión de las cosas o también conocer personas que pueden abrazar con vos la experiencia y hacerla más poderosa. Esto sentí en este viaje, que crecí junto a las viajeras y que Varanasi fue una gran enseñanza para aprender a no tener miedo a hablar con desconocidos, a ponerse en el lugar del otro, para sentir más, para sonreír y llorar de la emoción al mismo tiempo, para abrir nuestra mente, para tatuarse sin tinta la experiencia en su totalidad…Dejar de lado la cancelación de un vuelo, aprendiendo a volar de otra forma…

 

Gracias.